
Hace unos meses, me propuse pedalear hasta una pequeña localidad de mi provincia llamada General Paz, que queda a unos 40 kilómetros de mi ciudad. Hasta ahora, nunca he hecho esa distancia en bici, teniendo en cuenta que es ida y vuelta, así que significaba todo un desafío.
Cómo en toda ruta o autopista, cada tanto había un cartel de “retorno”, que indican el camino de regreso al punto de partida. Y, para ser sincero, un par de veces me vi tentado a pegar la vuelta, ya que el camino era todo cuesta arriba y el sol estaba bastante fuerte.
Mientras avanzaba, recordé que, durante el éxodo de Israel por el desierto, en varias ocasiones los hebreos se vieron tentados de volver a Egipto, el país de su esclavitud, motivados por las muchas dificultades, privaciones y situaciones tan adversas que padecieron en su recorrido hacia la Tierra Prometida.
Aún hoy en día, “Egipto” parece ser una buena opción en ciertas ocasiones. Cuando las cosas no salen como esperábamos, nos vemos tentados de ver hacia atrás con melancolía, añorando los años en éramos libres de Dios, haciendo lo que queríamos, sin tener en cuenta su voluntad; pero claro, también éramos esclavos del pecado y de sus consecuencias.

En una ocasión, el salmista David dijo: “Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.” (Salmos 138:8) Notemos que la primera parte del versículo es una afirmación de fe, y la segunda un pedido de auxilio muy sincero a Dios. ¡Qué hermosa oración!
¿Estás atravesando un tiempo desafiante? ¿La vida cristiana se ha vuelto más difícil de lo que pensabas? Déjame recordarte que “Egipto” no tiene nada bueno para ofrecerte ni tampoco la vida allá es más sencilla. Tus mejores años no están atrás, en tu pasado. ¡No! Lo mejor aún está por venir.
El autor de Hebreos nos desafía con las siguientes palabras: “Nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” (10:39)
¡No bajes los brazos! ¡Continúa, persiste, aguanta! Hay un propósito divino esperando por ti al final del trayecto.
Extraído del libro 101 Meditaciones bíblicas de la vida cotidiana
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