Esta mañana estaba preparando café en una linda cafetera eléctrica que tenemos en casa. Mientras echaba el café molido dentro del filtro, me preguntaba ¿Qué pasaría si en vez de café, pusiera té, chocolate o tierra? Obviamente, la infusión tendría el sabor de lo que sea que ponga en el filtro.
Entonces, el sabor y el aroma resultante no depende sólo de que la cafetera sea de buena calidad, sino también de lo que cada uno ponga en el filtro.
Pensaba que lo mismo sucede con nosotros: no importa tanto cuán excelentes seamos por fuera o cuánto conocimiento hayamos adquirido; lo que de verdad importa es lo que hay en nuestro interior, ya que eso determinará el “sabor” que la gente percibirá en nuestras palabras o acciones.
Así que, hablamos lo que sabemos y hemos aprendido, pero transmitimos lo que tenemos, aquello que hay en nuestro interior.
Jesús dijo: “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Lucas 6:45)
Teniendo esto en cuenta, deberíamos enfocarnos más bien en lo que tenemos dentro de nuestro corazón, en lo que día a día metemos en nuestra mente, y en lo que permitimos que brote en nuestro interior, ya que en esencia eso es lo que somos, y por ende lo que transmitiremos a quienes nos rodean.
¿Qué hay en tu corazón? ¿Será que hay amor, gratitud, perdón y gozo, o más bien habrá egoísmo, quejas, rencor y amargura?
Te animo a pedirle al Espíritu Santo que te ayude a comenzar un proceso de limpieza interior, a través del cual comiences a quitar de ti todo aquello que no provenga de Dios, y que sólo termina dañándote a ti y a quienes te rodean.
Ahora, no sólo es necesario vaciarnos de todo lo malo, negativo y pecaminoso; de a poco, con la ayuda del Señor, debemos incorporar a nuestra vida aquellas cosas que vienen de Dios, y que por lo tanto nos bendicen a nosotros mismo y a los demás.
Asegúrate de poner en el “filtro de tu vida” cosas que produzcan un “aroma a Dios” que pueda ser percibido por las personas que están contigo, y que aquellos que “saboreen” tus palabras diariamente puedan ser bendecidos y fortalecidos a través de ellas.
Por Billy Saint